La historia de Baños de Montemayor está directamente ligada a la presencia de sus aguas termales y al trazado de la vía romana, llamada comúnmente “Vía de la Plata”. Tradicionalmente se ha considerado Baños como el lugar de ubicación de la mansión Caelionicco, aunque otros investigadores consideran que podría ser un centro de confluencia humana en derredor de su famoso manantial o cumplir la función de punto de descanso y lugar de culto entre dos mansiones viarias del itinerario Antonino, desde Mérida a Astorga, dependiendo jurídica y administrativamente de Cáparra.
Calzada romana “Vía de la Plata”
La calzada romana “Vía de la Plata” se comenzó a construir en tiempos de Augusto (63 a C-14), sobre caminos utilizados muchos siglos antes, y finalizó su construcción en el siglo II, en tiempos de los emperadores Trajano (53-117) y Adriano (76-138). Originariamente unía a Emérita Augusta (Mérida) con Astúrica Augusta (Astorga), aunque se acabaría ampliando hacia el sur, hasta Itálica (Santiponce, Sevilla) y hacia el norte, hasta Gigia (Gijón).
La construcción de esta calzada romana supuso la edificación de las paradas conocidas como mansio o jornada militar, situadas a unas 22 millas entre ellas (35 km). Según algunos investigadores, la mansio Caelionicco o Caecilius Vicus, se situaba en el término municipal de Baños de Montemayor, siendo la sexta mansio desde Emérita Augusta según el itinerario Antonino. Fue fundada por el político y militar Quinto Cecilio Metelo Pío (130-64 a. C), que mejoró la calzada romana y fundó dos asentamientos más: Metellinum (Medellín) y Castra Caecilia (cerca de Cáceres).
Mansios del itinerario de Antonino y Quinto Cecilio Metelo Pío, fundador de Caelionicco o Caecilius Vicus
El trayecto estaba marcado con hitos de piedra llamados miliarios, columnas cilíndricas de 2 metros de altura, que servían como información de “punto kilométrico”. Tienen un texto inscrito con el nombre del emperador reinante en el momento de su colocación y el número de millas desde el lugar de origen.
Se conservan actualmente dos tramos de la calzada romana en los alrededores del pueblo. Uno de ellos al norte, con un kilómetro de longitud y restaurado en 1973. El segundo se encuentra al sur a unos 500 metros de la población. En las inmediaciones del mismo se encuentra el puente romano del cubo.
Distintas partes de la calzada romana y miliarios en el término de Baños de Montemayor
Puente del Cubo
Pequeño puente de origen romano de un solo vano. La bóveda tiene una luz de 5,30 m. el material empleado para la bóveda son sillares de granito de dimensiones aproximadas y no presenta almohadillado ni mortero en sus juntas.
El puente no se encuentra sobre la calzada romana sino sobre un camino aledaño. De su primitiva traza solo queda parte del arco y alguno de los bloques de los arranques de la bóveda. El nombre de “El Cubo” le viene de la forma redonda del pretil a su salida.
La plataforma del puente, es de planta recta y perfil alomado, con una anchura de 3,50 m. entre bordes exteriores de pretiles, anchura habitual en los puentes medievales y sin embargo un tanto pequeña para los puentes romanos. Presenta pretiles de mampostería bastante deteriorados.
La terma romana
El manantial mineromedicinal existente en la terma romana de Baños de Montemayor fue valorado y aprovechado en época romana por parte de la población principalmente local para su uso en un edificio monumental de baños, al tiempo que se convirtió en un importante lugar de culto, a juzgar por la amplia presencia de objetos votivos asociados a estos manantiales.
El balneario o terma de Baños de Montemayor ha sido frecuentemente citado en la bibliografía especializada por el descubrimiento de un significativo conjunto de aras votivas dedicadas en su mayoría a las ninfas. Sin embargo, sorprende el hecho de que el complejo constructivo de época romana que se documenta en este enclave haya sido tan escasamente estudiado y analizado a pesar del interés que presenta para el análisis de estos yacimientos termales.
La razón de ser de este balneario de Baños de Montemayor radica en el surgimiento de aguas termales, pero al localizarse en zonas alejadas de las poblaciones principales, no permitieron un desarrollo humano importante. Era más bien un balneario funcional, donde se atendía a una clientela de enfermos (personas no susceptibles de someterse a la habitual combinación de baño frío y caliente de las termas), por tanto las soluciones arquitectónicas son más austeras que las que presentan las termas de las ciudades de mayor población.
Excavaciones arqueológicas de la terma a finales del siglo XX
Tras el estudio del material epigráfico y numismático encontrado en el edificio del balneario, todos los indicios apuntan hacia una posible datación del complejo entre los siglos I y IV, con especial incidencia en los siglos II y III.
Análisis arquitectónico de la terma
La imagen original de dicha estancia responde a una sala de forma circular de unos ocho metros de diámetro donde se localiza una piscina circular de 4,8 m de diámetro –medida de su diámetro superior–, provista de un único escalón visible a unos 70 cm, que permitía el descenso a la misma, así como el apoyo o asiento a los enfermos que utilizaban este manantial en forma de baño. De ahí hasta la roca madre hay otros 60 cm. Rodeando la piscina, se localiza el suelo de circulación en torno a la misma, realizado con opus signinum, (El nombre viene de los términos latinos opus, «obra», «aparejo» y signinum, «procedente de Signia», ciudad de la región italiana del Lacio, rica en alfares, hoy Segni) con un ancho máximo de 1,2 m, que circundaba la piscina circular, construido con mortero hidráulico o terrazzo, con una superficie bien asentada posiblemente sobre la roca madre y los sillares de granito que conforman la estructura de la piscina.
Partes de la estructura de la piscina romana
A sus lados se encuentran cuatro nichos abovedados elevados del suelo, siendo su posible función muy discutida, coronados por bóvedas de cuarto de esfera, se ha dicho que en su interior pudieron estar colocadas las camas de los enfermos que se bañaban en las piscinas, o que fueron apoditeria o vestuario. Su fin primordial, sin embargo, es el arquitectónico-decorativo, pues para contrarrestar el empuje lateral de la bóveda se aumentaban el espesor de los muros y se abrían estas hornacinas, soluciones que, a la vista de los deterioros que experimentaban las bóvedas, comenzaron a adoptar los arquitectos romanos. Este es su objeto fundamental, si bien esto no obsta para que pudieran tener otros fines totalmente secundarios que no conocemos.
La sala está cubierta por una cúpula semiesférica cuyo arranque está señalado por una cornisa con moldura corrida. Su iluminación se basa en un oculus abierto en la parte más alta de la cúpula, que proporciona a la estancia una luz cenital.
Interior de la terma con la bóveda, sus nichos y óculo. El cuerpo central escalonado sobre la piscina romana es de época posterior
Al lado de esta sala se encuentra un vestíbulo rectangular con hornacinas en sus paredes y que contaría con un banco corrido bajo ellas para que los bañistas se desnudasen y dejasen allí sus pertenencias (vestuario o apodyterium). Debido a la gran cantidad de piezas epigráficas encontradas contaría seguramente con un espacio para el culto que estaría en las proximidades del manantial principal, sitio donde se encontraron la mayoría de dichas piezas.
Estancia donde estaba situado el vestuario o apodyterium

Termalismo y religión
La terma en época romana ofrecía algo más que un manantial que curaba por vía natural, pues el poder de índole sobrenatural estaba en el ánimo de los agüistas. Así el agua curativa era para ellos mágica, cobrando el balneario un nuevo significado, el simbólico, el religioso, bien representado en este de Baños de Montemayor por la riqueza del material epigráfico y monetal hallado. La curación la otorgaban las aguas o los dioses o seres sobrenaturales que se imaginaba que moraban en ellas.
Para ganarse su favor, hacían votos y promesas a las divinidades y si éstas les eran favorables, les hacían ofrendas y sacrificios conforme a lo pactado anteriormente. La mayoría de las veces lo hacían para dar gracias por la bondad de las aguas y agradeciendo su curación a dichas divinidades.
El agua como tal, es un elemento que proporciona vida, lo cual le otorga un grado indiscutiblemente divino. Entre estas divinidades tradicionalmente relacionadas con las aguas, las ninfas fueron las que gozaron de mayor difusión en la península ibérica. El elevado número de testimonios encontrados en el balneario de Baños de Montemayor ponen de manifiesto la especialización principal como divinidades protectoras de los manantiales calientes.
Salus es una antigua divinidad romana de carácter protector, sobre todo en el ámbito de la salud física. Desde finales del siglo III a.C, se vinculó con Hygeía (diosa griega de la curación, la limpieza y la sanidad) y se incluyó en el elenco de dioses susceptibles de ser invocados a la hora de solicitar y agradecer una curación. No es por tanto de extrañar que aparezca Salus en contextos termales, significando el principio sobrenatural que por medio del agua otorga la curación.
Las aras votivas
Las lápidas encontradas en la terma romana bañense en las distintas excavaciones, nos ponen en contacto con un culto a un manantial de aguas termales entre la segunda mitad del siglo I y finales del siglo III asimilado en unos casos a la diosa Salus, y en la mayoría de los ejemplos, a las Ninfas, con el determinativo en cinco de ellas, de ‘Caparenses‘.
Representación de la diosa Salus y las Ninfas
La forma general de las lápidas no se aparta de un mismo tipo, más o menos trabajado, de dos volutas flanqueando una zona triangular, encima del campo epigráfico, y con pie de varios escalones. Quizá podrían ser una excepción las dos de mármol que, en todo caso, presentan otras muchas características que las diferencian de las demás.
Las aras se pueden ver en la exposición museística del balneario
Conocemos un total de 21 aras votivas encontradas en las distintas reformas efectuadas en el balneario. El grupo encontrado en 1845, diez en total, se dedicaba en exclusiva a las Ninfas: Caparenses, de la Fuente y otras sin ulterior epíteto o caracterización. De este grupo se perdieron siete por un evidente descuido de la administración del balneario durante el siglo XIX, una se encuentra en el actual museo romano del balneario, otra en el Museo Arqueológico Nacional y una décima incrustada en la pared que circunda la entrada de la iglesia de santa María.
Ara situada en la pared que circunda a la iglesia
Descubrí hace poco tiempo una publicación en la Biblioteca Nacional (memoria remitida al ministro de Fomento por el director de la Biblioteca Nacional, 1863), donde se especifica que entre las numerosas donaciones que se hacían a esta entidad, se encuentran cuatro aras de granito con inscripciones romanas votivas que le regaló el doctor Tirso Córdoba Yécora, cuando estuvo de Médico-director en el balneario de Baños de Montemayor de 1861 a 1871. Estas cuatro aras, junto a las seis restantes que formaban parte del grupo encontradas en 1845, fueron estudiadas por José de Viú Moreu (1795-1857) en su informe “Antigüedades de Extremadura” en el año 1846.
En la excavación de 1884 para hacer el jardín que rodea al balneario, fue encontrada un ara votiva de la misma clase que las que se encontraron posteriormente en 1894.
En las excavaciones que se practicaron en abril de 1894 para construir depósitos con destino al balneario, aparecieron un considerable número de monedas, y otras diez aras votivas, dos de ellas de mármol y las restantes de granito. En este grupo se incluyen dos aras dedicadas a la diosa Salus, junto a una mayoría dedicadas a las Ninfas.
El total de las 21 aras encontradas en las distintas excavaciones del siglo XIX, que se hicieron en la terma bañense, es el mayor conjunto de epigrafía votiva que se ha encontrado en la península ibérica y norte de África dentro de un contexto termal.
Fotografía hecha tras el descubrimiento de un grupo de aras en la excavación de 1894

Monedas
De este conjunto de monedas que se encontraron en 1894 se conservaron 18 fechables desde el siglo I a.C (un as de Sagunto) al siglo IV (un nummus de Juliano II).
Las apariciones de exvotos terapéuticos junto a las monedas avalan la sacralidad del espacio y que este fuera receptor de ofrendas, ya que simplemente por existencia del manantial de aguas termales era tratado como lugar sagrado.
El análisis único de las ofrendas monetales halladas no permite distinguir a quien va dirigido el culto. La ofrenda monetaria debe interpretarse como un exvoto o acto de homenaje a las deidades que se suponía residían en las fuentes. De este modo, el agua se convierte en el contenedor de la donación de la ofrenda destinada a la divinidad, sin que por ello deba identificarse el agua con la figura sagrada, quizás convirtiéndose en un instrumento de conexión del oferente con los ambientes telúricos.
Reproducción de monedas encontradas en las excavaciones de la terma bañense
As hispanorromano de Sagunto Sestercio de Trajano Nummus de Constancio II Nummus de Juliano II
Autor del artículo: Pablo Vela
Sin palabras.Me dejas anonadada,con todas las explicaciones.
Sólo me basta decirte….
GRACIAS con mayusculas.
Pues las mismas gracias a ti por leer mis artículos. Un abrazo
Muy buen trabajo. Enhorabuena!!!!
Gracias Antonio.