La primera guerra carlista, sumió a España en una prolongada lucha entre carlistas e isabelinos que se extendió desde 1833 a 1840.
Cuando en 1830 el rey tuvo una hija, Isabel II, no fue reconocida como sucesora al trono por Carlos María Isidro de Borbón, hermano del rey Fernando VII, por su condición de mujer. Cuando murió Fernando VII en 1833, el pleito sucesorio desencadenó la primera guerra carlista (1833-1840) y derivó inmediatamente en un conflicto político entre los carlistas partidarios de don Carlos y de un régimen absolutista, y los isabelinos, defensores de Isabel II y de la regente María Cristina de Borbón, cuyo gobierno fue originariamente absolutista moderado y acabó convirtiéndose en liberal para obtener el apoyo popular.

Si bien Extremadura quedó un tanto al margen de los principales escenarios bélicos en los que se desarrolló la Primera Guerra Carlista (1833-1840) ya que la contienda se centró principalmente en Cataluña, Navarra o las provincias vascas, entre otras, porque apoyaban a los carlistas, no cabe duda de que en las provincias cacereña y pacense también se sucedieron toda una serie de hechos (acciones bélicas, escaramuzas de las guerrillas, movimientos de tropas, etc.) que hicieron que la región no se viera libre del conflicto.
Si las acciones de los carlistas procedentes de Portugal (nación donde se encontraba exiliado el pretendiente), fueron numerosas e importantes en la parte occidental de Extremadura, no lo es menos la penetración de las partidas desde las provincias de Toledo y Ciudad Real, zonas donde las características del terreno permitían su fácil movilidad. Así los ataques a las localidades extremeñas colindantes con estas dos provincias cobraron inusitada virulencia a lo largo de los seis años de contienda, como fueron los asaltos a Guadalupe, Alía , distintos pueblos de los Ibores, así como Navalmoral, Peraleda, Casatejada, Millanes, Belvís, Talavera la Vieja, etc,. También son de destacar otras incursiones habidas desde las provincias de Salamanca y Avila, que intentaban controlar y desestabilizar las vecinas comarcas de la Vera y el valle del Jerte, con la ciudad de Plasencia incluida.

El 10 de marzo de 1834 se tuvo noticias por parte del gobernador de Salamanca que varias personas o sediciosos se habían fugado de Hervás, y temiendo pudieran formar una facción carlista, la justicia de Baños de Montemayor sabedora de estas intenciones fue la primera en disponer su milicia urbana y avisar a las demás justicias, con lo cual se reunieron a ésta, los urbanos de Béjar y otros puntos con sus alcaldes mayores, comandantes de armas y oficiales residentes en ellas. A raíz de estas noticias, dicho gobernador hizo salir una partida del regimiento de Gerona a las órdenes del teniente Pedro Falcón.
Los facciosos (carlistas) se reunieron en un número cercano a los 70 capitaneados por Manuel Matas, alias el manco, que después de cometer varios excesos en La Jarilla y otros pueblos de alrededor, se les dio alcance el día 13 por los ya citados individuos que les perseguían y por una columna del provincial de Valladolid. Todos reunidos lograron en el término de Garganta de la Olla, dispersarlos, haciendo tres prisioneros, cogiéndoles armas, una carga de capotes y la jaca del cabecilla Matas, dejando en el campo cuatro muertos.
Durante estos hechos se valoró por parte del gobernador el brillante comportamiento que tuvieron los urbanos que le acompañaron, citando muy particularmente el heroísmo de las mujeres de los pueblos de Cabezuela, Baños de Montemayor y Aldeanueva del Camino, pues las del primer pueblo cogieron un faccioso, lo ataron y lo entregaron después. En Baños de Montemayor y Aldeanueva del Camino, las mujeres viéndose solas porque los hombres habían salido para la persecución, iluminaron el pueblo y se prepararon a la defensa con piedras y agua caliente. Las de Baños recibieron ayuda de algunos vecinos animados por el cura párroco.
Se tuvo noticias días después que en las sierras de Baños, Cabezuela del Valle y montes de Cáparra, entre Montemayor y Plasencia, apareció una facción compuesta al menos por 30 hombres, al mando de Alonso Muñoz, alias “La Tumba”, capitán por sus hechos en la Guerra de la Independencia, y originario de Cabezuela del Valle. El día 8 de mayo de 1834, se dispuso por parte de las autoridades de Plasencia, una batida con los urbanos de Baños, Hervás, Aldeanueva del Camino y Montemayor. La facción carlista de Alonso Muñoz, fue desbaratada, con el resultado de algunos prisioneros, entre ellos el propio “La Tumba” y su ejecución tres días después en Plasencia. En el campo quedaron seis muertos entre ellos el manco Matas y dejando varias armas y efectos. El alcalde de Montemayor fue quien relató los hechos desde Lagunilla.
La prensa liberal se refería de una manera despectiva e injuriosa a estos jefes guerrilleros, otrora ensalzados y vitoreados cuando luchaban contra los franceses, llamándoles por motes o apodos, como eran los casos de boquique, patagorda, perdiz, la tumba, el manco etc.
El 7 y 8 de octubre de 1836 la parroquia de santa Catalina sirvió de cárcel a una cuerda compuesta de cuatrocientos siete prisioneros facinerosos (carlistas), suspendiendo el culto divino hasta el día 19 del mismo mes que por disposición del obispo de Coria se decidió que se bendijera dicha parroquia. El cura José González bendijo y reconcilió la iglesia con el ritual romano, habiendo bendecido el agua el Obispo con vino, ceniza, sal e hisopo.

La iglesia parroquial de santa Catalina de este lugar de Baños sirvió de cárcel en los días siete y ocho del corriente a una cuerda, compuesta de cuatrocientos siete prisioneros facciosos desde cuyo tiempo estuvo suspendido el culto divino en ella hasta el día de la fecha que por disposición de los señores gobernadores del Obispado, por ausencia del Prelado y dirección del Exmo e Ilustrísimo señor don Ramón Montero Arzobispo Obispo de Coria (a quien de orden de dichos señores gobernadores consulté el caso), la bendije y reconcilié según todo el rigor del ritual romano, habiendo sido antes bendita el agua por referido señor Obispo con vino, ceniza, sal e hisopo. Y para memoria de este suceso lo firmo como cura ecónomo de la misma, en Baños y octubre 19 de 1836.
José González Menéndez
Consta en el archivo parroquial de santa Catalina en su libro de difuntos, una partida donde se expresa la muerte de uno de esos prisioneros llamado Ramón Eguaras, natural de la villa de Igüeda, cerca de Pamplona.

Partida de defunción de Ramón Eguaras, 1836
En el cementerio de la iglesia parroquial de santa Catalina de este lugar de Baños, yo su infrascrito cura ecónomo di sepultura eclesiástica en diez días del mes de octubre de mil ochocientos treinta y seis al cadáver de Ramón Eguaras, prisionero faccioso de la cuerda que pernoctó en la iglesia de mi cargo en los días siete y ocho del corriente, quien murió de pleuresía, sin haber podido recibir sacramento alguno, por lo ejecutivo de la dolencia y las únicas noticias que se pudieron adquirir de él, son que se llamaba Ramón Eguaras, natural de la villa de Igüeda, distante seis leguas de Pamplona y mozo soltero. Y para que conste lo firmo con la misma fecha.
José González Menéndez
Autor del artículo: Pablo Vela
Que valentía la de esas mujeres!
Efectivamente, había que defenderse a toda costa y lo hicieron bien. Gracias.
Las escaramuzas reflejan lo que a nivel nacional se cocía y que tú magníficamente reflejas. Un diez!!
Gracias de nuevo Pedro
Un ladrillo más en la construcción de la historia del pueblo. El cura fue todo un personaje.
Así es Miguel, vamos recordando poco a poco la historia de Baños.