Malos tratos a una vecina, 1885
Sobre la una y media de la tarde del día 19 de junio de 1885, Vicenta M. G., de 43 años de edad casada con Pedro S., sin hijos, (porque los ocho que tuvieron en el matrimonio murieron al poco de nacer), y vecina de Baños de Montemayor, se levantó de la cama con el fin de prepararse algo de comer, pues desde la mañana del día anterior que había tomado una sopa no volvió a probar bocado, y bajando a la habitación del primer piso a por lo necesario para el condimento de una sopa, halló las llaves del arca donde se guardaba echadas, volviendo a subir encontró un pedazo de carne que se dispuso a cocer con agua y sal en la sartén, por no tener grasa que echarle.
Cuando estaba encendiendo la lumbre con el fin indicado, subió su marido Pedro S. H. quien cogió la sartén, la tiró al suelo y agarró por el cuello a Vicenta, apretando tanto que apenas pudo dar voces pidiendo socorro a los vecinos, quedando sin habla un buen rato al quedar inconsciente. Al volver en sí, se halló echada en su cama y su marido a su lado limpiándola la boca, pues echaba espuma por ella y en ese estado volvió a pedir auxilio, a cuya llamada respondieron unos vecinos, (Pedro y Agustina) entrando en su casa y encontrándola en el estado referido, por lo que con ayuda de su vecina Agustina salió de la casa y fue a poner en conocimiento del juez lo sucedido.
Ante el juez, Vicenta contó que llevaba bastante tiempo gravemente enferma y que recibía malos tratos de su marido, quien no la cuidaba como debía por su estado de salud, como bien sabían los vecinos. También le contó al juez, que la causa de la “enfermedad” y los “malos tratos” que refería Vicenta, era que su marido Pedro, mantenía relaciones ilícitas con la vecina Josefa, que vivía cerca de ella y que su marido entraba en esa casa una y otra vez, siendo conocido este hecho por los demás vecinos y que como se negaba a que Josefa entrara en su casa y que según sus palabras “a prestar a su marido cierta clase de servicios que no considera decoroso decirlos claramente, de aquí el origen de tales tratamientos, porque antes de esta época de relajación por parte de su marido, siempre le consideró a ella de un modo decente y actuaba como un buen marido”.
Esta es la versión de los hechos ocurridos en ese día que contó Vicenta al juez.
Calle donde se produjeron los hechos. Hoy día llamada Doctor Rengifo y por entonces calle Mayor

Por su parte Pedro S.H., marido de Vicenta, de 39 años de edad (apodado “mordilón”), vecino de Baños de Montemayor, comentó ante el juez que estando en la siesta le pareció oír gritos y subió a la cocina de su casa, donde vio caída a su mujer y le llamó y no contestaba, y que al verla en este estado la colocó en la cama y permaneció con ella limpiándole el sudor, y que al poco tiempo volvió en sí y empezó de nuevo a gritar y en esos momentos entraron los vecinos Pedro y Agustina y le preguntaron qué estaba pasando y él les contestó que estaba con su mujer y que no veía problema por ello y en ese momento su mujer se levantó de la cama y acompañada por Agustina dijo que iba a dar parte al juez.
Comentó también al juez que no vio entrar a nadie en su casa, que él estaba durmiendo la siesta y que no es cierto que la maltratara y no la cuidara, pues ella estaba siempre en la cama por un problema que tenía de una fístula que la tenía siempre echada. También comentó que no pudo acompañarla ante el juez, porque los gritos le aturdieron y no pudo reaccionar.
Los vecinos Pedro y Agustina, por su parte declararon ante el juez, que estando sentados a la puerta de su casa, oyeron voces que provenían de la casa de Vicenta, tales como “vecinos socorrerme, tened caridad de mí” o “que me asesina”, por lo que inmediatamente los dos subieron al piso segundo de la casa de Vicenta y la encontraron en la cama en compañía de su marido Pedro que le estaba limpiando la boca con un pañuelo, y a petición de Vicenta le ayudaron a salir de la cama y fueron al juez a contarle lo sucedido.
También contaron al juez que era notorio que el marido desde hacía años castigaba con mucha frecuencia a su esposa Vicenta, la cual se hallaba gravemente enferma hacía dos o tres años.
El médico que reconoció a Vicenta M. en su domicilio dijo que encontró “en la parte superior anterior y lateral del cuello señales digitales producidas al parecer con violencia diciendo haberse ejercido una presión fuerte y que en el ojo izquierdo tenía un amoratamiento producido al parecer de un golpe, que la voz era bronca y que la ofendida se encontraba levantada de la cama, aunque en un estado habitual de falta de salud”.
Las declaraciones del médico y del autor de los hechos no coinciden, el medico dice que hubo lesiones graves y el autor dice que se la encontró en el suelo y que la auxilió.
El juez mandó detener a Pedro, pero el fiscal decidió que se ampliaran las declaraciones de Vicenta y los vecinos Pedro y Agustina, porque quería saber si al volver en sí y hallarse en la cama continuó su marido apretándola el cuello y en caso negativo manifestara por qué pidió auxilio a los vecinos diciendo que la asesinaban y si cuando entraron los vecinos Pedro González y Agustina Martín fue el momento en que cesó su marido de ejercer presión sobre ella. También mandó que se ampliaran las declaraciones de Agustina Martín y Pedro González para que expresen si cuando entraron en la habitación de Vicenta Martín que se hallaba en la cama, aquella se encontraba accidentada o perdido el conocimiento, si su marido Pedro S. continuaba aprisionándola el cuello y si el dejar de hacerlo fue porque entraron los testigos en la habitación.
Y por último dada las contradicciones que resultaban de las declaraciones de los vecinos y de la maltratada, se celebrara un careo a fin de depurar bien los hechos.
El caso es que al final pusieron en libertad al marido y quedó como un suceso más de la vida cotidiana de algunos vecinos…
Disparo de dos tiros con pistola, 1892
Sobre las diez de la noche del día 31 de agosto, fecha en que se celebraban las fiestas de san Ramón, el guardia civil Rufino Piedrahita, que se hallaba en su alojamiento, oyó dos disparos próximos así que salió con su arma reglamentaria y se personó en la taberna situada en la casa contigua propiedad de Pedro Esteban, que es de donde se oyeron los disparos. Al interrogarle le comentó que había sido un vecino de los que estaban en la taberna y además un vecino de Hervás, le entregó una pistola (de dos cañones sistema Lafoachert), con la caja rota. En esos momentos varios vecinos que estaban en la taberna dieron voces diciendo “ahí está otra vez el autor de los disparos”. El guardia civil le echó el alto pero el autor de los disparos salió corriendo, aunque el guardia le pudo dar alcance en la cuesta del matadero, donde se había caído y le requisó un puñal envainado que tenía entre la faja. Le llevó a la cárcel ayudado por dos vecinos, ya que dicho individuo estaba embriagado, y allí le tomaron declaración.
De las declaraciones que hicieron tanto el inculpado Jorge D. vecino de Baños y los demás testigos que estaban en el bar se pueden esclarecer los hechos como sucedieron.
En su declaración el inculpado Jorge D. vecino de Baños, comenta que sobre las nueve y media de la noche entró en la taberna citada y pidió al dueño que pusiera varios vasos de vino que bebió en unión de Domingo Frías, Pedro Esteban, Matías Muñoz, Pedro Simón y Primo Sánchez, todos vecinos de Baños y otros forasteros que no conocía sus nombres. Al poco, empezó a gastar bromas al vecino Domingo Frías quien le contestó que no le diera bromas pesadas, y viendo que no le seguía las bromas, empezó a gastárselas a Pedro Simón y al igual que el otro vecino le dijo que le dejara tranquilo, a lo cual Jorge D. le retó a darse puñaladas, contestando aquél que no quería reñir, y en vista de esta situación el dueño del establecimiento se dirigió al alborotador y le pidió que se callara que estaba faltando el respeto de sus clientes. Entonces Jorge D. dirigiéndose a la puerta y echando mano a una pistola que llevaba dijo “el que tenga cojones que salga”. El vecino Matías Muñoz le dijo: “mira Jorge lo que vas a hacer”, repitiéndole varias veces. Pero en ese momento el primero disparó un tiro sobre Matías muñoz y otro sobre Pedro Esteban, pero con suerte las balas fueron a dar a la pared y los dos salieron ilesos, saliendo a la calle Pedro Esteban y Primo Sánchez lanzándose sobre él con objeto de evitar el que repitiera tal operación, momento que salió otro disparo, que tampoco hirió a ninguno, quitándole Primo Sánchez la pistola, y Jorge D. aprovechó para darle un mordisco en el dedo pequeño de la mano izquierda, separándose al propio tiempo como a cinco metros de la puerta de la casa y le vieron echar mano a otra herramienta y decir “quien quiera salir que salga aquí”, y se marchó.
El vecino Primo Sánchez tiró la pistola contra el suelo varias veces y le rompió la culata, en dicho momento se personó el aludido guardia civil y ocurrió lo referido en el párrafo primero.

Desprendimiento de un cable, 1926
El 10 de noviembre de 1926, en el sitio denominado «Benajarro», en el camino viejo de La Garganta a Baños de Montemayor, un viajero encontró el cadáver de un hombre tendido boca abajo en la parte izquierda del camino. Tenía enrollado a su cuerpo un cable de alta tensión de la línea eléctrica que pasaba por aquel lugar.
Inmediatamente se trasladó el peatón a Baños de Montemayor donde dio cuenta a las autoridades de lo que había encontrado saliendo el juzgado con el médico forense para el sitio donde estaba el hombre tendido.
Para poder reconocer el médico a la víctima, se avisó a la fábrica eléctrica «La Hervasense», para que cortara el fluido eléctrico y así poder separar con grandes precauciones el cable del difunto. El médico certificó la muerte del anciano por haberse electrocutado.
El anciano pudo ser identificado y se llamaba Agustín Hernández Marín de 60 años y guarda particular. En el parte dado del suceso, se resaltó que la línea de alta tensión al pasar por el referido camino, no lleva red de protección.
Autor: Pablo Vela
¡Hola pablo!
En los primeros reportes, los testigos de lo sucedido a la vecina Vicenta fueron Agustina Martín y Pedro González. Según información de mi bisabuelo, nació en 1886, entonces no creo que sea él, sino quizás un tío, hermano de Juana González Campo, mi tatarabuela. ¿Tienes más información sobre la familia de Pedro González, dónde vivía o algo?
En la segunda historia, que ocorrió en agosto de 1892, Jorge D. amenazó apuñalar a Pedro Simón. A la edad de mi bisabuelo, tendría 6 años. Entonces, a pesar de los apellidos, imagino que tampoco es él, sino un familiar. Sin embargo, las dos historias son muy ricas y, si puedes verificar si hay una conexión o parentesco, te lo agradecería mucho.
Dheine Fernandes
Buenas tardes. En el correo que te he mandado he puesto los datos que tengo de Pedro González-Amigo, y ciertamente sí tiene relación con tu tatarabuela porque era su tío. Gracias y un saludo.