Afluencia y visitantes al balneario de Baños de Montemayor

Afluencia

Desde tiempos romanos la terma o balneario ha sido visitado regularmente. La prueba de que el agua termal atraía a muchos bañistas y visitantes en época romana es la cantidad de aras votivas que se han encontrado en las distintas excavaciones, un total de 21, siendo el mayor conjunto de epigrafía votiva en la península ibérica y norte de África dentro de un contexto termal.

Simulación de la terma en época romana

También se han encontrado un número determinado de monedas que servían como ofrendas que los visitantes daban a las deidades, que se suponían vivían en las fuentes, en agradecimiento de la cura de sus males.

Aras y monedas encontradas en la distintas excavaciones que se conservan en la exposición museística de la terma romana

Desde la época romana hasta principios del siglo XVII, donde aparecen los primeros datos de la utilización del balneario y el agua termal, seguirá siendo paso obligado para tropas, caminantes y arrieros, así como autoridades civiles y religiosas que usarían estas aguas por la bondad de las mismas.

Sabemos por la referencia escrita del doctor Marcos Flores-Rengifo, vecino de Baños de Montemayor que a mediados del siglo XVII la terma conservaba aún su fábrica o estructura. Nos cuenta también que ya en esta época existía una actividad termal importante por la afluencia de visitantes de otros puntos de Extremadura y los propios del lugar. Había dos fuentes o manantiales, una de agua caliente y otra de agua fría (hoy perdida). Alrededor del estanque el baño tenía cuatro nichos abovedados y levantados del suelo, dos a una parte y dos a otra donde cabía una cama en cada uno. Había entre ellos un espacio suficientemente ancho para andar por dentro del baño sin llegar a las aguas, cabiendo en total unas ocho camas.

Simulación de la terma en el siglo XVII

Durante el siglo XVIII se fusionan dos maneras de entender la salud a través de las aguas y los baños, la popular y rural por un lado junto a la culta, urbana y científica por otro. Así, estas clases urbanas adoptan las prácticas de tomar baños termales, algo alejado de su forma de entender la vida. En ello tuvo que ver la Ilustración como vehículo para explicar una nueva propuesta de salud laboral. Asimismo, la química permitió conocer la composición de estas aguas y la medicina aconsejaba ya su uso terapéutico.

Con los datos presentados anteriormente podemos decir que, a finales del siglo XVIII, ya existía una actividad en la labor de tomar baños medicinales, aunque sin una regulación especial y sin una asistencia médica que pudiera indicar a cada enfermo el tipo de baño que le correspondía. Esto cambiará en el siglo XIX.

La necesidad de adecuar el balneario a las nuevas leyes que obligaban a tener un Médico-director y efectuar las obras necesarias para adecuar el establecimiento a las exigencias solicitadas por parte de la administración, tendrá unos resultados inesperados para los vecinos de Baños, que permanecen hasta la actualidad, pues ante la precaria situación económica de ambos concejos de Baños y no pudiendo hacerse cargo de los gastos de dichas reformas, decidieron ceder en beneficio de los vecinos la propiedad productiva del establecimiento para lo sucesivo, consiguiendo éstos mediante los préstamos necesarios y  la mano de obra particular, llevar a cabo las distintas obras que se hicieron en el edificio durante el siglo XIX.

Simulación de la terma a principios siglo XIX

Otra serie de normas se dictaron en años posteriores, como era la subordinación de la propiedad a la dirección médica, un rasgo dominante que se mantendría hasta comienzos del siglo XX. Por último y lo más importante es que se les exigía la obligación de conservar las casas de baños en buen estado y hacer en ellas todas las mejoras posibles y tenerlas siempre corrientes y provista de todos los utensilios necesarios para el uso de este remedio y comodidad de los enfermos. También se obligaba a los propietarios a invertir en sus establecimientos una décima parte de los beneficios obtenidos.

Esta reglamentación mantuvo una larga vigencia, pues las leyes que afectaban a los baños apenas fueron modificadas durante el siglo XIX, y a la vez supuso para el establecimiento de Baños de Montemayor el impulso necesario para que fuera uno de los más visitados de España en dicho siglo.

Visitantes en el balneario y alrededores

Pero la orografía donde se situaba el balneario no ponía fácil su acceso, por eso muchos fueron los Directores-médicos que ejercieron su oficio en el balneario de Baños que solicitaron a las distintas Juntas que se arreglaran los caminos que llegaban y salían de Baños de Montemayor.

En la primera mitad del siglo XIX, la concurrencia a los baños estaba estimada en unos 850 bañistas en 1839 y 1590 en 1846.

 Unos años antes de la construcción de la carretera general que pasaba por Baños, Pedro María Rubio autor del libro: “Tratado completo de las aguas minerales de España, 1853”, nos habla que el establecimiento balneario de Baños de Montemayor reunía las mejores condiciones para ser uno de los más importantes de España, siempre que se pusieran practicables para toda suerte de carruajes los caminos de Extremadura y Castilla. En aquella época como él mismo dice, se hallaba del todo impracticable para carruajes el que va de Plasencia a los baños y en mal estado el que va desde Salamanca. Urgía por tanto la recomposición de ambos, no solo por el provecho que obtendría el establecimiento, sino también porque aquella obra era quizás lo único que faltaba para rehabilitar la antigua calzada que era la línea más corta de Santander a Mérida.

La construcción de la carretera general se inició en el año 1852, con un presupuesto de unos 832.862 reales (1.251 euros), terminándose en 1856. Las vías de comunicación para llegar al establecimiento balneario mejoraron ostensiblemente, así como los caminos ordinarios que también fueron mejorados, e hicieron que aumentara el número de visitantes a partir de esa fecha.En 1860 el número de bañistas fue de 2.230, de los cuales 200 eran pobres, 200 bien acomodados y los restantes poco acomodados, según refieren los datos que aparecen en el archivo del balneario. Del total de bañistas referidos, 1170 eran hombres y 1060 mujeres.

Así habla el doctor Córdoba y Yécora, Médico-director del balneario en 1864:

Las vías de comunicación de este pueblo y sitio termal consisten en la nueva carretera general de Extremadura a Castilla, que pasa tocando con sus casas y el establecimiento balneario y en caminos ordinarios, más o menos buenos. También se comunican por medio del telégrafo, pues hay en ejercicio permanente una estación telegráfica entre la línea de Cáceres a Salamanca, que permite toda la facilidad apetecible para la correspondencia pública muy expedita además por dos correos recibidos diariamente de Extremadura y Castilla”.

Distintas fotografías de la carretera nacional que pasa por Baños de Montemayor

Otro de los factores desencadenantes del auge de usuarios de los baños fue el aumento de la población y la mejora de la renta y el bienestar. Una circunstancia nueva es la presencia de bañistas que acuden al establecimiento por puro recreo, sin estar enfermos como hasta entonces era habitual.

También se hacen esfuerzos para conseguir mayores comodidades en el establecimiento acometiendo distintas reformas sobre todo a finales del siglo XIX, cambiando su fisonomía exterior, pero permaneciendo la terma tal como se conoció en la época romana. Se hacen ampliaciones y se traen nuevos aparatos para poner el balneario entre los más visitados y mejor equipados de España.

Los bañistas, a la hora de elegir un establecimiento u otro, valoraban más los que tenían las aguas calientes o muy calientes y su naturaleza sulfurosa; todo ello por la publicidad que había sobre este tipo de fuentes minerales. Eso benefició al establecimiento termal de Baños de Montemayor. También influía la accesibilidad y por supuesto la comodidad de los hospedajes.

Los hospedajes pasaron de ser posadas y mesones, a tener la consideración con el tiempo de Fondas y Hoteles. Se produjo la apertura de nuevas fondas como la antigua Fonda Central llamada a finales del siglo XIX hotel Comercio, la recién creada Fonda de Eloy Becedas de 1878, la creación del Hotel Peña en 1902, Hotel Central sobre 1915 y el Gran Hotel inaugurado en 1928.

Algunos de los hospedajes que encontraban los visitantes a finales del siglo XIX y principios del XX

Y por supuesto se mantenía la costumbre de acoger a los visitantes en las casas particulares de los vecinos, costumbre que como sabemos ha llegado a Baños de Montemayor hasta hace pocos años.

Todo esto se refleja en una en una publicación del periódico “El Liberal” de Madrid, el 14 de octubre de 1898 donde dice lo siguiente:

“ …no obstante haber terminado la temporada oficial en este concurridísimo y salutífero establecimiento balneario, quedan todavía algunos rezagados y aguárdanse otros durante el mes actual…la bellísima situación topográfica de este pueblo, las notables mejoras introducidas en el balneario, donde se han instalado magníficos aparatos de inhalación, pulverizaciones, duchas, etc. etc…el cariño con que el vecindario trata al forastero, las excelentes fondas de la población….y la probada eficacia de sus aguas contra el reuma, herpetismo y otros muchos padecimientos determinan la extraordinaria afluencia de bañistas, que este año superan los más lisonjeros cálculos, puesto que pasan de tres mil las personas que en la temporada actual tomaron las aguas de estas acreditadísimas y celebradas termas.”

En 1880 el número de bañistas que acudían al balneario se estabilizó sobre los 2.200 a 2.400 visitantes, para dar un impulso a finales del siglo XIX, con la llegada del tren (1894) y la luz eléctrica (1897), llegando a conseguirse unas cifras muy buenas de afluencia al balneario con 3250 visitantes.

La llegada del tren a Baños de Montemayor supuso aumento de visitantes y nuevos trabajos para los vecinos

Si hasta finales del siglo XIX, el balneario no suponía para los vecinos una fuente de ingresos, esto cambia radicalmente a medida que van llegando más visitantes y el balneario se convierte en un centro vital de peregrinación para aquellos que quieren aliviar sus males, llegando incluso a ser de los primeros del país en cuanto a su afluencia. El balneario empieza a ser el sustento económico del pueblo, directa o indirectamente, bien en forma de trabajo para los vecinos en las distintas obras que se hicieron, así como trabajando en el propio edificio, o bien en negocios indirectos, como el ingreso que recibían los vecinos por alojar a los visitantes en sus casas, y aquellos industriales que abrían fondas, hostales y hoteles para los bañistas, o abrían otros negocios para atender la demanda del público.

En 1912 nueva publicidad en este caso para el pueblo de Baños, según un artículo de la revista “Nuevo Mundo” donde se nos cuenta la importancia que tiene el ferrocarril para el balneario y nos comenta también el número de bañistas y viajeros de ese año: «…este servicio facilita extraordinariamente la concurrencia al importante balneario de Montemayor que ocupa el primer lugar entre los de España, la estadística del año 1911 arroja el siguiente resultado: Bañistas: 3.460 Viajeros: 10.850.» La cúspide llegará antes de 1920 (fecha del alquiler), a 3900 visitantes.

A partir de los años treinta, con la inestabilidad política y económica, se produce una disminución paulatina de visitantes hasta llegar a su cifra más baja en 1950 con 1.886 bañistas. En los años siguientes se produce una estabilidad en las cifras de visitante, hasta llegar a los años ochenta donde hay un repunte en el número de asistentes al balneario, llegando a la cota más alta del siglo XX, en 1990 con 5.764 visitantes, siempre contando con los datos que disponemos.

Visitantes disfrutando del paisaje y tomando algún refrigerio

Ya en el siglo XXI, es de destacar el salto cuantitativo de visitantes que acuden al balneario en el año 2006, con más de once mil bañistas. La razón es que hubo un cambio de arrendatario y el anterior no solicitaba plazas del IMSERSO para todos los hoteleros del pueblo, cosa que sí hizo la nueva empresa arrendataria, llegando a un récord de asistencia en el año 2008 con 14.899 visitantes. A partir de entonces, con la llegada de la crisis económica, las estadísticas fueron bajando, aunque no de una forma brusca, llegando según los últimos datos que tenemos a un número de visitantes de 11.432 en el año 2014.

La mejor publicidad que ha tenido siempre el balneario ha sido la calidad de su agua mineromedicinal, porque sana y mejora la salud de los bañistas. Los buenos resultados obtenidos en las enfermedades de los bañistas a lo largo de los siglos han supuesto que el balneario de Baños de Montemayor siga siendo uno de los más concurridos de España.

Balneario nuevo y visitantes en la terma

Visitantes al balneario

En las distintas estadísticas presentadas en el siglo XIX, los bañistas se clasificaban en tres tipos:

Acomodados, militares y pobres. Los acomodados se distinguían por ser los enfermos que pagaban dinero por tomar los baños y por la prescripción médica. Solía ser la clase más numerosa, como no podría ser de otra forma, por el bien del establecimiento. Tenían ventajas respecto al horario para tomar los baños. Pero dentro de este grupo se establece una separación entre «bien acomodados y poco acomodados». En los primeros encontramos miembros de la nobleza, política, y aristocracia. En los segundos la base social de comerciantes y resto de visitantes que pagaban.

Militares. Los miembros de este estado según el reglamento de aguas minerales de 1868, tan solo debían pagar al médico director por la consulta y asistencia facultativa, una parte mínima. Respecto a los baños el reglamento especifica que los dueños de los balnearios tenían que facilitar gratuitamente a los mismos el uso de sus aguas.

Pobres de solemnidad. Según el “reglamento para la asistencia de los pobres ” de 1868, se consideraba pobre de solemnidad en los siguientes casos:

“Serán considerados como pobres los que no contribuyen directamente con cantidad alguna al erario, ni sean incluidos en los repartos para cubrir los gastos provinciales y municipales. Los que vivan de un jornal o salario eventual. Los que disfrutan de un sueldo menor que el jornal de un bracero en la localidad respectiva. Los que en concepto de parientes formen parte de la familia de un vecino pobre y vivan en su compañía. Los expósitos que se lacten en las respectivas jurisdicciones por cuenta de la Beneficencia. Los acogidos en los hospicios o en casas de Misericordia y de expósitos que carezcan de facultativos y los desvalidos que accidentalmente o de tránsito se hallasen en el pueblo”.

Debían documentar su pobreza por certificación del alcalde y cura de la localidad para poder tomar las aguas gratuitamente, como así se especifica en el reglamento de 1868.  El Médico-director no debía cobrar nada por su consulta y asistencia médica. Si bien dicho reglamento regula que debería haber un albergue en cada establecimiento para dar habitación a estas personas, la realidad sobrepasaba la teoría pues tan solo algunos balnearios contaban con dichas camas. En Baños existía un albergue-hospital en la plaza de la Alberguería que solo contaba con medios para atender un número determinado de pobres que acudían al establecimiento. Según el médico Crespo y Escoriaza, en 1883 existía para los pobres un “pequeño hospital para ambos sexos, dándolos gratuitamente habitación, cama completa, luz, lumbre, asistencia, toallas etc.”. Todo ello gracias a la beneficencia de la Junta del Balneario, y particulares que asistían a tomar las aguas.

 En el establecimiento de Baños de Montemayor se procedía a dar un horario distinto a los bañistas pobres para no mezclarse con la gente acomodada que evitaba coincidir con ellos. La cita para los pobres era de 4 a 5 de la tarde en 1885 y para los demás de 5 a 6. Respecto a la toma de baños particulares, el horario era a las 11 de la mañana y a las 5 de la tarde. Esto formaba parte del régimen interior del balneario de Baños de Montemayor en 1885. Se les daba únicamente el agua bebida y los baños colectivos, reservando para los bañistas acomodados las innovaciones terapéuticas introducidas hacia mediados de la centuria como las inhalaciones, los chorros, los baños de temperatura regulada o las duchas.

Relación de la posición social de los bañistas en la temporada de 1860

Visitantes ilustres en el balneario

El establecimiento termal de Baños de Montemayor, a lo largo de su historia ha sido visitado por todo tipo de personajes, unos más famosos que otros, pero siempre se tuvo especial cuidado en atender a aquellos que se consideraban por entonces ilustres o acaudalados, agraciándolos incluso con la gratuidad de sus aguas y aplicaciones.

Ya desde el siglo XVII se tienen noticias que personajes tan importantes como Obispos y prelados acudían a Baños a tomar las aguas de su establecimiento. Entre ellos destacamos al Obispo Porras y Atienza que visitó el pueblo por primera vez en 1689 y aparte de tomar baños, también ayudó a que el establecimiento tuviera mejores comodidades para los enfermos colaborando con la reforma del mismo.

Cristóbal Bencomo Rodríguez (1758-1832), nombrado Chantre de la Catedral de Plasencia en 1793, vino a Baños sobre 1808 y como en el caso anterior, aparte de tomar sus aguas, concibió un proyecto para construir una hospedería y alguna pila más para el baño, reuniendo gran cantidad de materiales, pero la coincidencia con la guerra de la Independencia frustró sus planes.                           

Obispo Cristóbal Bencomo

Igualmente, Joaquín López Sicilia, cuando fue obispo de Coria, (1824-1830), al visitar el establecimiento hizo también un esfuerzo para volver a reformar parte del edificio.

En julio de 1861 estuvo tomando los baños en el balneario, el dramaturgo Juan Eugenio Hartzenbusch Martínez (1806-1880). Es célebre por haber escrito “Los amantes de Teruel (1837). Estando en este pueblo empezó a escribir el 12 de julio el drama “doña Juana Coello”, drama en tres actos en prosa, terminándolo en Madrid el 11 de septiembre de 1861.

Juan Eugenio de HHartzenbusch

Con el aumento de visitantes al balneario también aumentó el número de personajes conocidos y de distintas profesiones. En 1881 visitó las instalaciones del balneario el escritor Nicolás Díaz Pérez, que plasmó en su libro “Baños de Baños” sus vivencias cuando estuvo en el pueblo.

En 1892 acude a tomar las aguas del balneario el conde de la Encina.

En 1894 con la llegada del tren a Baños, aumenta el número de viajeros que vienen a probar las aguas minerales del pueblo procedentes sobre todo de Madrid, pero también supuso un aumento de personajes famosos que gracias al ferrocarril tenían mejor vía de acceso al balneario. Según el periódico “El Imparcial” en agosto de 1894 aparecen como visitantes al balneario las siguientes autoridades:

 “…entre los bañistas que hacen uso de las aguas termales figuran el gobernador de la provincia de Cáceres, el diputado a cortes, don Ramón Cepeda, el diputado provincial don Juan Antonio Sánchez, los exdiputados Pío Pérez y Juan Gómez Gil, el deán de la catedral de Plasencia, el doctor Manuel Mir, la señora y señorita de López Ayala, la condesa viuda de la Encina.”

En el periódico “La Correspondencia de España” de agosto de 1894 aparece la siguiente noticia:

copiamos de un periódico de Logroño: Háblase de que en el próximo septiembre pasará a los baños de Montemayor, acompañado del doctor Camisón, el presidente del Consejo de ministros señor Sagasta”

En septiembre de 1900 estando el Gobernador Civil de Cáceres en Baños de Montemayor para tomar las aguas, tiene que ir a Hervás para intentar sofocar la huelga de tejedores, hilanderos y cardadores. También se encuentra en dicho mes el candidato a la Diputación a Cortes del distrito de Hoyos, el señor Durán.

En 1903 Miguel de Unamuno, en esos momentos rector de la Universidad de Salamanca, llegó a Baños de Montemayor para dar una conferencia en los locales del balneario acompañado del profesor Pinilla y otros catedráticos de dicha Universidad. Una comisión de la Junta del Balneario les esperaba en la estación de tren. Se -hospedaron en el hotel “Eloy” y se dispararon cohetes para celebrar su llegada.

Miguel de Unamuno

Otros literatos importantes que pasaron por Baños de Montemayor y visitaron el balneario fueron: José María Gabriel y Galán (1870-1905), que tomó baños en 1904, un año antes de su fallecimiento, el novelista y dramaturgo Benito Pérez Galdós (1843-1920), Rafael Sánchez Ferlosio (1927-2019) y Carmen Martín Gaite (1925-2000). También acudió a tomar baños el director de cine español Luis Buñuel (1900-1983), según refiere Jonás Sánchez Pedrero en su libro “Baños de Montemayor a través de la Literatura”.

En 1907 es la marquesa de Castel-León quien visita Baños para tomar las aguas del balneario.

En 1909 llega a Baños Luis Canalejas acompañado de su hija, con objeto de pasar una temporada y hacer uso de las aguas minero-medicinales del pueblo.

Desde 1913 se tienen noticia de la estancia en Baños del Vicealmirante y ex-ministro de Defensa Víctor María Concas Palau. Tenía una casa en el pueblo y veraneó durante varios años hasta su muerte en 1916, que fue en Baños. Era suegro de Eulogio Navas Regidor, pues éste contrajo matrimonio con una hija suya.

La infanta Isabel de Borbón y Borbón, (1851-1931), llamada comúnmente “la Chata”, hermana del rey Alfonso XII, llegó a Baños de Montemayor el día 15 de julio de 1916. El pueblo se acicaló para recibir a tan insigne visitante. Se pintaron los edificios oficiales, incluido el balneario, se hizo un arco de madera con sus bastidores decorativos, se pusieron en los balcones doscientas cuarenta banderas y cuatro colgaduras, se dispararon más de veinte docenas de cohetes de dos tiros, se alquilaron los coches de la viuda de Payá y la viuda de Eloy Becedas para tenerlos las autoridades en todo momento ese día. La Junta del Balneario se hizo cargo de todos los gastos que se ocasionaron en tan señalado día, y compró tres fotografías de los distintos actos. Visitó el balneario teniendo una imagen gráfica de este acontecimiento. Como curiosidad diremos que acudió al hotel “Eloy” a tomar el té y para ello los dueños compraron un juego de té que aún se conserva en el salón de entrada, pudiéndose observar en la foto que aparece en las páginas siguientes.  

La «Chata» en la entrada de preferencia del antiguo balneario

En 1917 tomó baños en Baños de Montemayor, Javier Gil y Becerril (1870-1924) abogado diputado a Cortes por Sepúlveda, secretario del Congreso de los Diputados, senador del Reino por Segovia. Destacado político, se distinguió especialmente en cuestiones financieras. Gerente de la Compañía Transatlántica, (cargo que desempeñó hasta su muerte) y como no le cobraron los honorarios donó a la Junta del Balneario cien pesetas para cuestiones benéficas. Cincuenta fueron a la Conferencia de san Vicente de Paúl y los otros cincuenta para el hospital de Baños.

En 1919 la Junta del Balneario decide que no se cobren los servicios balneoterápicos a Baldomero Argente del Castillo (1877-1965) Fue director del periódico “El Globo” de Madrid en 1904. Dirigió después el “Diario Nacional”. Afiliado al partido liberal, fue diputado provincial y concejal en Madrid y varias veces diputado a Cortes. En 1913 el conde de Romanones le llevó a la Subsecretaría de la Presidencia, siéndolo también, más tarde, de Gracia y Justicia e Instrucción Pública. En 1918 fue ministro de Abastecimientos y luego consejero de Estado.

Otro visitante ilustre que además tuvo una relación muy controvertida con Baños de Montemayor, fue Alejandro Lerroux García. Como diputado a Cortes arrendó el balneario por 75 años en 1920, aunque en la década de los cuarenta del siglo XX, cedió el arriendo a la Sociedad “Ferrero y Compañía”, quedando en 1944 como único arrendatario del establecimiento Miguel Ferrero Pardo. 

Alejandro Lerroux dando un discurso en el parque situado frente a la terma romana

Como presidente del Gobierno siguió visitando el pueblo y tomando los baños, incluso llegó a realizar un consejo de Ministros en el mismo. Se le hizo un homenaje en 1935 y acudieron bastantes personalidades.

Como algo significativo, quiero reseñar el paso por Baños de Montemayor del rey Alfonso XIII, en 1922, cuando iba camino de las Hurdes. El pueblo lo recibió en la carretera con saludos y aclamaciones. Días después aparece en los periódicos “El Imparcial” y “La Correspondencia de España”, el agradecimiento del rey a las localidades de Baños de Montemayor y Béjar por el caluroso recibimiento.

El rey Alfonso XIII durante su visita a las Hurdes pasó por Baños de Montemayor

Autor del artículo: Pablo Vela

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